Nocturnos

>> martes, 28 de abril de 2009


- Cuando saltes en sus terrazas ten cuidado. Ellos duermen. No deben saber que estás allí. Toma tus precauciones. En este trabajo es fundamental la observación. Fíjate bien en si están echadas las cortinas, si hay juguetes en el piso o si, algo tan evidente, se han quedado dormidos en las sillas de fuera.

- Entiendo.

- Ten en cuenta, además, que no sólo es importante encontrar el modo de entrar. A menudo, cuando está oscuro, una sombra puede ser tan sólo una sombra. Pero a veces, algo en lo que no has reparado porque crees que es parte del fondo negro que nos acompaña, puede ser un objeto mal colocado que roces sin querer y termine despertándolos.

- Tendré cuidado.

- Ahora eres muy pequeño. Por eso te traigo a lo alto de la ciudad. Para que la veas. Para que traces su composición en tu memoria y aprendas a moverte sin demasiadas referencias. Al principio será difícil. Te perderás en la intrincada red de terrazas y ventanas. Míralos. Qué desorden. No siguen ninguna lógica, pero pronto te acostumbrarás.

- Lo aprenderé pronto y trataré de tener cuidado.

- No basta con tratar de tenerlo. Debes ir con mil ojos y con los oídos bien abiertos. La noche habla y dice muchas cosas. Con que sólo te viera uno, todo se arruinaría. Es fundamental que te asegures de que duermen y de que conoces bien el lugar.

- Pero ellos no nos esperan. Por eso no tienen porque temernos. No se puede temer lo que no se conoce. Estarán confiados en su seguridad.

- ¿Tú crees?

- Sí. ¿No?

- Eres un arrogante si piensas eso. Puede que seas más ágil que yo. Que puedas trepar más rápido. Saltar por los muros con mayor soltura. Pero si no cuentas con ellos, todo es inútil. Te descubrirán y habrá acabado antes de empezar.

- No soy un arrogante es sólo que…

- Puede que aún no estés listo para acompañarnos. Les diré a los otros que debemos esperar para que te unas.

- ¿Me estás castigando por llevarte la contraria? No era mi intención.

- Ves, lo has vuelto a hacer. No se trata de eso. No escuchas, y si no eres capaz de prestarme atención a mi, que me tienes delante, cómo vas a prestársela a ellos.

- Pero tú me acompañarás. Enséñame lo que no sé.

- Cuando en la noche estemos ahí abajo, no habrá tiempo de enseñar a nadie. Actuamos lo más rápido que podemos y lo mejor que nos es posible según las circunstancias. No tenemos tiempo para descuidos y menos para enseñar a nadie… Únicamente nos seguirás, te ocultarás lo mejor que puedas, no harás ruido y observarás como trabajamos. Es lo que se me ocurre.

- Pero yo también quiero trabajar. Cumpliré con la misión que me asignéis. Aunque sea con los niños. Ellos sólo duermen. No tienen ningún peligro para nosotros. Es fácil.

- Eres un arrogante. Los niños son lo más importante y lo más complejo de nuestro trabajo. Llevamos milenios llevando cada noche los sueños a los hombres. Todas sus esperanzas y todos sus deseos insuflados en la clandestinidad de la noche. Si somos descubiertos, la ilusión desaparece y todo llega a su fin. Una vida gris, sin ningún tipo de posibilidad de mejora. Una vida sin sustancia, sin sueños. Es fundamental nuestro trabajo para que la Humanidad mejore. Y hay que tener cuidado. La mayoría de los adultos sólo aspira a soñar con la tranquilidad del hogar, una familia, un coche o ser alguien importante. Poca cosa. Pero si la mezcla la haces bien, puedes conseguir el Renacimiento, a Romeo y Julieta, la Sonata Claro de Luna o al mismísimo Dios. ¡Ay pequeño! Debes tener cuidado. Esa misma mezcla, mal hecha o en la persona equivocada, pueden dar la Edad Media, la bomba atómica o el exterminio del planeta. Y todo es responsabilidad nuestra.

- Por eso decía de empezar con los niños. Con un juguete o un domingo en el parque será suficiente.

- Ves como no escuchas nada de lo que te digo. Los niños son lo más importante. Ellos conservan la inocencia. Los sueños penetran en su alma con tanta facilidad que una mala mezcla podría condenar el futuro de toda la Humanidad. El presente no es importante para nosotros. Los sueños no siguen ese estúpido cronómetro que ellos cuelgan de sus muñecas. Su tiempo no ha llegado aún. Y no son propiedad de ellos. Pueden serlo de todos. Empezar mañana y recuperarse dentro de tres generaciones. Es increíble. Son impredecibles. Por eso debemos atender a los niños con tanto cuidado. El futuro está atrapado en sus sueños.

- Y cuándo podré empezar. Cuándo dejaré de observar.

- Cuando aprendas a escuchar. Y olvídate de los niños. Y de los adultos. ¡Ancianos! Empezarás con los ancianos. Han vivido tanto que en su cabeza les queda poco espacio para los sueños. Pero deberás tener cuidado. No conviertas sus pocos sueños en pesadillas. Podrían recordarlo en su siguiente vida.

1 comentarios:

Mary White 5 de mayo de 2009, 22:39  

Enhorabuena por la iniciativa, soy lectora de cuentos. Me apunto a leeros!
Godiva

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