El tamaño de los sueños

>> lunes, 4 de mayo de 2009

[Foto: Ottinger]
Adentrarse en el desierto parecía valiente en el momento en que se le ocurrió. Después le dio unas cuantas vueltas y le parecía una idea estupenda. Una forma de salir de esa rutina que lo tenía atado a la mediocridad. Realmente necesitaba una aventura. Un proyecto al que agarrarse. ¿Por qué no? Empezó a pensar en todas las cosas que habría que prever para llevar a cabo su plan, que por entonces parecía realizable. Vagar sin rumbo trazado. O más bien, un rumbo que él mismo habría trazado. O que trazaría a cada momento. La aventura que llevaba toda su vida esperando. Había sido una tarea de años reunir todo el valor necesario para pensarla.

Estaba todo oscuro, quizás eran las dos o las tres de la madrugada, y la casa respiraba tranquila, dormida. Odiaba que las buenas ideas se le ocurrieran a estas horas. Trató de dormirse a pesar de los nervios, pero no había forma, así que se levantó cuidadosamente para no despertar a nadie y buscó papel y lápiz. Empezó la lista. Agua. Sin duda tendría que solucionar este tema. Transporte. Esto dependía en gran medida de qué forma tomara el plan. Comida. Ni idea de cómo había que afrontarlo. Contento de haber puesto en marcha su plan, regresó a la cama.

Pasaron tres o cuatro días. De repente la idea regresó a su mente. Aunque un poco más difusa. Desde luego parecía de locos empezar algo así sin información. Lo primero tenía que ser conseguir algún libro, quizás una guía o un manual. Seguro que podía conseguir algunos con dibujos y esquemas interesantes. Y mapas.

Aunque trataba de dedicar al plan cuantas horas tenía libres en sus muchos quehaceres diarios, darle forma era una tarea lentísima. Pasaban los días y apenas adelantaba trabajo. Había conseguido algunos libros sin que en casa se dieran cuenta de nada y los consultaba a hurtadillas, a altas horas de la madrugada, pero descifrar la lógica que escondían era complicadísimo. Había demasiadas cosas que le parecían imprescindibles, le haría falta mucho dinero y quizás algunos contactos, cosas ambas que por supuesto no tenía.

Poco a poco fue resolviendo en su mente la mayoría de los problemas. La información contenida en los libros resultó ser realmente valiosa. Le costaría desprenderse de ellos para empezar el viaje, pero estaba claro que no podía cargar con todo. Trató de memorizar la mayoría de cosas. Se enteró de este sistema mediante el cual podía condensar la poca humedad del rocío durante el amanecer para conseguir hasta un litro de agua por día. ¡Un litro! Consultó los mapas y pensó en la comida que necesitaría, y dónde conseguirla. Le gustaría poder comprar un camello (¿o un dromedario?) para poder hacer el primer tramo de su ruta. Quizás después, más habituado al desierto, encontrara un medio de transporte mejor, aunque no lo creía.

De hecho, pocas semanas después de haber tenido la idea ya estaba casi todo previsto. Sólo había que trabajar duro para conseguir todas las cosas que le faltaban. Para el día que cumpliera siete años esperaba tener todo listo para empezar.

3 comentarios:

Harry Reddish 4 de mayo de 2009, 12:33  

Publicación casi simultánea!!!

eva 4 de mayo de 2009, 12:48  

Y qué haces despierto a estas horas?

Harry Reddish 4 de mayo de 2009, 13:00  

me voy a Somoto en una hora, y entre que me despierto y no me despierto, pues leo blogs....

besos

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